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Nada pega más duro que la vida. Ni tu peor enemigo, ni tu más grande rival.
La vida se encarga de poner baches tan grandes que son capaces de hacérnoslo recordar incluso durante el último minuto de nuestras vidas. A través de traumas, a través de los recuerdos más oscuros, que el lado más profundo de nuestra psique puede atesorar con pesuñas.
No hay nada que nos pueda poner los pies sobre la tierra y hacernos realizar nuestra mortalidad como hombres y mujeres que las desgracias. De la mano de un ser querido que se nos va, de la mano de un accidente horrible que no pudimos prever hasta el último momento y que nos arroyó.
La oscuridad nos puede tragar de distintas maneras. Pero quizás las desgracias más injustas son aquellas de las que no se puede aprender absolutamente nada.
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